12.1.22

El infinito en un junco


Autor: Irene Vallejo 
País: España 
Género: Ensayo 
Año: 2019 

Frase inicial: 
"La mujer del mercader, joven y aburrida, duerme sola. Hace diez meses que él zarpó de la isla mediterránea de Cos rumbo a Egipto y desde entonces no ha llegado ni una carta desde el país del Nilo."

Este libro, que no es de ficción, ha sido llamado "ensayo" (ha recibido el Premio Nacional de Ensayo de España). Sobre si esto es un ensayo o no, ya varios lectores lo discuten. Ciertamente no es un ensayo académico en el que, por ejemplo, cada cita debe ser referida puntualmente (autor, obra, editorial, año y lugar de publicación, traductor, página) y en la que los argumentos sobre los que se discurre deben quedar claramente expuestos y no hacer de ellos una secuencia de opiniones mencionadas de pasada.

Este libro tiene un montón de cosas, es un producto mestizo —como Adorno describió al ensayo en Notas de literatura, por cierto—: algunas ideas las reitera y otras las deja en la mesa de una manera que parece que recién las ha recordado y si no las escribía se le iban a olvidar, escribe tanto de sus propios recuerdos como de productos salidos de su imaginación, le da por hacer algo de historia y otro tanto por querer filosofar, quiere hablar de libros pero también menciona de pasada películas… y uno entra y sale de antigüedad como si se estuviera en una puerta rotatoria.

Como buen producto mestizo, al libro de Irene Vallejo lo amé y lo odié; en el aprendí, encontré cosas para anotar e investigar, me enfrenté con opiniones que no comparto para nada y me molesté porque muchas menciones de libros las hace como quien espolvorea azúcar en un pan de dulce: salpicando, saturando y a veces dejando al lector de El infinito en un junco de lado.

Sobre lo que me ha molestado está, por ejemplo, la facilidad con la que deja caer algunas opiniones sin explicar más nada, como que Heráclito se esconde en Borges. Irene Vallejo lanza la asociación y deja al lector balanceándose sobre la nada. Porque si la opinión se basa en que Borges escribió algún poema sobre Heráclito, pues me parece una asociación muy superficial. Sólo Dios e Irene saben a qué se refería exactamente, y esto para mí es como ser dejada de lado en un chiste que sólo entienden los locales (Dios e Irene Vallejo).

Me ha gustado que me he acordado de muchas cosas que tenía olvidadas como algunas pelis que vi hace muchos años en la Cineteca, pero también de mi gusto por leer, es decir, de la lectura como medio de placer, de autodescubrimiento. 

También me ha gustado que entre todo lo que cuenta hay algunos temas para discurrir largamente, como el de la censura, los géneros literarios, lo que es la filosofía, y el mundo como un plexo de referencias sobre la experiencia humana.

Por otro lado, no sé si sea consciente la autora, en su elogio a los libros, de que margina académicamente al destinatario. En efecto, Irene Vallejo se demarca de los lectores comunes, ella, nos dice, posee el capital cultural de una herencia rica en libros antes de que si quiera aprendiera a leer: su madre le leía por las noches y no cualquier cosa sino nada más y nada menos que a Cervantes, J.R. Tolkien, Stevenson, Becker, Conan Doyle, Mary Shelley, Italo Calvino, Dickens, Jose Emilio Pacheco…, nada de Heidi o Barnie o Pippa Mediaslargas.

Y con todo, la autora no crea nada nuevo —no es creativa, vaya—, simplemente habla de lo que se le va ocurriendo dentro de una estructura bastante elástica provista por dos periodos marcados por el apogeo cultural de Grecia y Roma y la "infinidad" de lecturas que ha realizado, que hace concurrir en la idea que da nombre a su libro, que con todo es bastante ambicioso: El infinito en un junco




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