19.9.16

Nihilidad y śūnyatā

Escritor: Keiji Nishitani 
País: Japón 
Año: 1982 
Género: Filosofía 

Frase inicial: 
"Uno de los mayores y más fundamentales problemas que afrontan todas las religiones en nuestra época es su relación con la ciencia, tal como intentamos mostrar en el capítulo anterior." 

Uno puede pensar que Nihilidad y Nada son lo mismo, que Vacío y Vacuidad también son lo mismo o que todos son lo mismo, apuntan a lo mismo pero no son idénticos. De eso nos hablará Nishitani en un largo recorrido que toca la ciencia y la tecnología.

El pensamiento predominante general y científico parece incompatibles con la ontología que ha constituido las bases de las religiones tradicionales. A mayor dominio de la ciencia, a mayor logro de la tecnología, mayor el abismo entre ellas y la religión, y también mayor el abismo entre las primeras y la naturaleza que ya es sólo entendida en función de leyes o de utilidad.

Cuando el hombre se comporta como si estuviera fuera de las leyes naturales, manifiesta en el fondo un nihilismo. El hombre ha salido del modo de vida armonioso con la naturaleza, deja de creer que él tenga que ver con la naturaleza o con sus leyes y se adapta a una vida de puro deseo impetuoso que nada tiene que ver con el instinto.

La nihilidad que tanto rechaza la razón  es el apoyo de la racionalización de la vida humana. Todo se puede, parece decirle la nihilidad a la razón y en ella se sustenta para justificar cualquier cosa que la voluntad quiera. Así que la nihilidad no puede librarse de la nihilidad.

Desde este punto, el de la nihilidad que podemos reconocer, Nishitani avanza hacia la explicación del más acá absoluto, nada, al que evoca śūnyatā. Para comprender este término hay que poner en duda la existencia, no sólo de lo que se observa sino del observador y del que duda porque sólo al cuestionar la completa estructura sujeto-objeto del pensamiento que nos es más acostumbrado es que podemos preguntarnos por el modo de ser de la cosa completamente separada de su aparición ante nosotros y por nuestro modo de ser propio si nos situáramos en el campo del modo verdadero de ser de las cosas, de su talidad, en el más acá absoluto donde las cosas son no-siendo en sí mismas. El ojo no se ve a sí mismo, el agua no se moja, el fuego no se quema; el x, no-es x, por ello es x.


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