21.3.16

La frase de Nietzsche "Dios ha muerto"

Escritor: Martin Heidegger 
País: Alemania 
Año: 1943
Género: Ensayo

Frase inicial: 
"La siguiente explicación intenta orientar hacia ese lugar desde el que tal vez podrá plantearse un día la pregunta por la esencia del nihilismo."

En este ensayo Heidegger se aproxima desde un pensar preparatorio, que ya no es el pensamiento metafísico, pero que piensa en medio de éste sin menospreciarlo. El pensar preparatorio es un pensar inicial que se dirige hacia lo imperceptible y que no puede ser constatado. Lo que se piensa desde aquí es la culminación de la metafísica que está bajo el signo del nihilismo y que Nietzsche resume, dice Heidegger, con la frase "Dios ha muerto".

Dios, lo suprasensible (el ámbito de las ideas y los ideales), pierde significado desde la metafísica que sólo representa lo ente en cuanto ente y nada más. Esto es, Lo suprasensible se contrapone a lo sensible, si lo sensible es el mundo físico, lo suprasensible es el mundo metafísico. Entonces, ¿de qué habla la metafísica que sólo quiere hablar del más acá usando ideas del más allá? De nada. Esto no puede seguir, el mundo de las ideas pierde su fuerza vinculante, ¿cómo se guiará el hombre ahora que no hace sino errar a través de una nada infinita?

El nihilismo es un movimiento de la historia del pensar que emerge de llevar la metafísica hasta sus últimas consecuencias. No es un momento en una secuencia de eventos en una línea temporal. Éste conduce al ámbito del poder: todo es posible, no hay límites, la autoridad es la de la razón (progreso, cultura, negocio) que en su culminación pierden fuerza constructiva y se anulan.

El mundo ideal es irrealizable. Lo verdadero, lo bueno y lo bello se desvaloralizan, no nos garantizan una realización efectiva y pronto recurrimos a instaurar otros valores (igualmente irrealizables). El lugar de aquello vinculante existe aunque esté vacío y tanto existe como vacío que se busca llenar de una u otra forma (podría decir, que la forma común aparece como vivencia) en el modo de conservación y aumento, es decir, de voluntad de poder que sigue implicada en la metafísica: querer es aspirar a algo que puedo representar y valorar, y mediante ella hacerme de poder, afirmarme. Voluntad de poder es querer afirmarse, darse fundamento, vincularse; pero toda relación afirma un sujeto y un objeto, ahora, el sujeto es sin fundamento y el objeto al que quiere vincularse representa un valor que no está en el más acá.

La voluntad entendida como una voluntad sin objeto, es decir, que no es pensada desde la metafísica, es una voluntad que no quiere algo más de lo que ya tiene, es un querer señorial en el que se arriesga uno mismo (pensemos en la figura del Señor Marduk del Enuma Elish) y se está en camino hacia sí mismo desde sí mismo (ordenar, reunir) y por tanto es una voluntad que no tiene fundamento en la carencia, una voluntad que es autorrecogimiento. Pero desde Nietzsche, desde la metafísica, todo pensar la voluntad implica un aseguramiento, una idea de verdad y la instauración de valores, así que la voluntad de poder implica un sujeto y por ende un objeto aunque sea un querer-se sabiéndo-se a sí mismo y pretendiendo asegurar-se.

Así, la metafísica moderna está caracterizada porque ante el vacío de lo divino que guíe y vincule, el hombre piensa su ser como subjetividad. Lo ente es lo real en cuanto objeto. La esencia de la consciencia es la autoconciencia. La naturaleza es objeto de la técnica. El querer usa el tomar conciencia de algo como su medio para la planeación. Si hay un agente, ese es el sujeto y nada más. El ser se ha convertido en valor y por ende en condición planteada por la voluntad de poder borrándose la posibilidad de experimentar el ser, lo que llevará más que a una superación, a la consumación del nihilismo.

Para Heidegger, el verdadero problema con dios es que se le ha despojado de su carácter de incognoscible y se le ha reducido a valor supremo, a producto del sujeto cuya esencia es la voluntad. ¿Qué es lo que ha muerto? El misterio de lo incognoscible que se sustrae a la representación.






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