23.9.15

Meditación preparatoria: poesía y lenguaje

Autor: Martin Heidegger 
Año: 1934
País: Alemania
Género: Ensayo

Frase inicial:
"El poema está ante nosotros, impreso, como una estructura verbal inmediatamente leíble, decible, audible."

Se trata del primero de dos capítulos entorno al poema "Germania" de Hölderlin. Heidegger hablará breve de la estructura del poema per se: configuración rítmica, contenido, forma y representación figurativa. Más breve será todavía sobre la persona de Hölderlin. Lo que importa no es la apariencia, aunque la apariencia emerge del ser, sino aquello que no puede decirse con palabras, a la posibilidad del poema de comunicar indirectamente, es decir, a su posibilidad de decir lo que es silenciado tras lo que se dice directamente.

Heidegger interpreta el poema y sigue insistentemente recordándonos la pregunta fundamental: ¿Quiénes somos? —hay que mantenerse en la pregunta—. No se pregunta por qué somos ni en qué nos ocupamos, pregunta por el "quién" que decide el "qué". Para saber del "quién" habremos de desprendernos de nuestra cotidianidad, de emprender el tránsito hacia otra forma de pensar luchando contra nosotros mismos en el abandono de lo audible como medio para entregarnos al lenguaje que nos tiene: "somos diálogo", dice el poema,  y con ello nos señala el requerimiento anterior a él, la escucha.

Para decir, debemos ya contar con el escuchar; para diferenciar, con el conocer; para conocer, el desocultamiento y ocultamiento de la verdad. 

Poetizar es producir, poner de manifiesto algo, ¿qué manifiesta el poeta futuro? Un decir suave del  rayo de los dioses que llega en la tormenta en la que el poeta se encuentra desprotegido, el decir silencioso de las señas de los dioses que así retienen la tensión entre el alejarse y el acercarse, la instauración del ser. La poesía es apariencia y ser, cotidianidad e inicialidad, valle y cordillera, que se mantienen unidas en su máxima tensión: intimidad máxima.

El poema de Hölderlin es para nosotros difícil de interpretar porque en él ya nada nos interpela. No a nosotros que ya no nos importan los dioses, el misterio, la noche; todo ha de estar a la luz, sin sombras, plano, alcanzable, dominable, analizable,... o en vías de estarlo. No le interpela a aquel a quien la pregunta por quién es él mismo carece de absoluta importancia pues la cotidianidad le reclama toda su atención. 

En un poema no se lee, se presiente. Sólo puede presentirse lo que ya ha estado ahí. Y es que ha estado, sólo hay que esperar diligentemente a que acaezca la verdad, cada vez como la primera vez.

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