Melancolía en tiempos de incertidumbre
Autor: Joke J. Hermsen
País: Países Bajos
Año: 2017
Género: Ensayo
Frase inicial:
“Majestuoso y sereno se desliza por la superficie del lago con su largo y blanquísimo cuello alzado hacia el cielo, pero con las patas remueve el fango del fondo y enturbia el agua.”
He disfrutado mucho el trabajo de Hermsen, me ha llevado a filósofos que, or cualquier razón, no consideraba importantes. De hecho, me ha puesto a pensar que quizá, por mi propia naturaleza, debí haber puesto los ojos en trabajos sobre la felicidad antes que en los de la muerte. Como dice Hermsen, la filosofía occidental ha estado obsesionada con la muerte, muchos son los textos que giran en torno a ella a comparación de aquellos dedicados al nacimiento y el comienzo.
Cuando realicé mi tesis de maestría, estaba fascinada por el pensamiento de Heidegger. Ahora pienso que quizá me esforcé mucho en que el filósofo alemán me contestara lo que andaba buscando (el fundamento del consumismo). Hermsen llega a mi pregunta desde otros autores de una manera que me parece más fluida.
Lo primordial en este libro, sin embargo, no es el consumismo sino la forma en que se ha abordado la melancolía.
A continuación compartiré algunas notas sobre pasajes del libro que encontré interesantes.
Asumamos que tenemos un carácter dual (dialogístico) dado por la adquisición del leguaje. Es muy conocido el consejo de “ser uno mismo”, el ser “auténtico”; se habla del niño interior, del alma (o el espíritu, según el autor que lo aborde) en contraposición con la personalidad o máscara con la que nos relacionamos cotidianamente; se habla de varios yos, del subconsciente y del consciente; vaya pues, que hay una confrontación, en el mejor de los casos, en nuestro fuero interno.
Nacemos, experimentamos el mundo de una manera prelingüística, es decir, sin mediación. Conforme nos alejamos de la infancia nos vamos distanciando de ese tipo de experiencia que conformó nuestro fundamento (el yo interior), el cual queda eclipsado por el yo consciente (el yo racional o el ego) lo cual deriva en los sentimientos de melancolía y pérdida. De modo que la melancolía es inherente a nuestra condición humana.
El paso a la edad adulta nos trae la consciencia de la transitoriedad (la muerte) con la que lidiamos, o bien con la creatividad, o bien con las distracciones, el poder y la materialidad. La confrontación con la transitoriedad nos impulsa a ir más allá de nuestro yo (consciente), este más allá se da buscando fuera de nosotros, en el mundo de las cosas, o ese más allá (qué bien podría ser un “más acá”) es ir fuera de los confines de ego hacia una comunión con el yo interior (la experiencia espiritual).
Sólo traspasando los límites del yo, escribe Hermsen, se abre la posibilidad de una nueva interacción con nosotros mismos y con el mundo. La vía: el arte y el amor, nos aproximan al olvido de uno mismo (ego).
El lenguaje va cercando la frontera entre el yo interior y el yo consciente, cuando el sitio está completamente amurallado tenemos una identidad rígida. Son esos muros los que causan nuestro sentimiento de soledad y miedo. Pero no yo do esta perdido, donde hay peligro, crece la salvación, diría Höderlin, pues es gracias al lenguaje que podemos cambiar la narración de nuestras experiencias y volver a comenzar.
Conforme fui leyendo iba intercalando la pregunta por el ser. Es el ser, tiempo; es el lenguaje, tiempo; es la palabra, tiempo; es el tiempo, memoria… O es el ser, nada; es la nada, eternidad; es la eternidad, el instante. Si somos duales quizá somos el diálogo entre Kairos (tiempo cualitativo) y Crono (tiempo cuantitativo)…
Así que no somos sólo un transcurrir lineal que va del nacimiento a la muerte, no somos simplemente una secuencia de hechos a los que el final absoluto despoja de sentido. Hay más. No hay vida que, aunque sea por un instante, nunca haya sido inmortal. Es en el lapso kairótico que nos liberamos durante un “instante eterno” de la consciencia de la transitoriedad de la vida y, por tanto, del miedo a la muerte.
El encuentro con el instante es un regreso, el curvar el tiempo, hacia la experiencia no mediada (es decir, comentada por la mente) que nos acerca al yo interior. Realizamos una aproximación que es interrumpida por el pensamiento en el intento de entender o explicarse lo que está viviendo en lugar de simplemente vivirlo.
Hermsen cita a Rutger Kopland: "La depresión es vivir con las puertas del futuro cerradas". La depresión desprovee de esperanza, la melancolía la incluye en tanto fuerza motora que nos permite dar el siguiente paso.
¿Qué nos espera?, la ansiedad se apresura a preguntar. Podemos intentar contestar desde el tiempo cuantitativo, especular, proyectar, interpolar. No faltará quien no pueda ver más nada que la muerte. También podemos no contestar y tomar refugio en la posibilidad del tiempo cualitativo, esto es, en la aperturidad libre de los paradigmas del ego.
Podemos intentar un nuevo pensamiento como el de Hannah Arendt:
Todo final contiene necesariamente un nuevo comienzo; ese comienzo es la promesa, el único mensaje que puede enviar el final.
Los hombres, dice Arendt, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar. No nacemos una sola vez, volvemos a nacer cada vez que tomamos una nueva iniciativa o damos luz a una nueva idea. Bajo esta perspectiva, la esperanza es la posibilidad de cambio y así, el futuro tiene otro rostro y el miedo revela su carácter infructuoso.
El hombre que se decanta por el comienzo deja abierta la pregunta sobre quién es. La pregunta abierta no es una colección de qués o etiquetas o características externas, sino la posibilidad de contar más de una historia que narran nuestras experiencias y convicciones. Se me figura que es como cambiar el foco del yo consciente, de los datos y hechos vacíos de tiempo cualitativo, hacia una dimensión creativa.
Quiero terminar aquí con la cita de Boudelaire que nos regala Hermsen:
Para curarse de todo, de la miseria, de la enfermedad y de la melancolía, basta con las ganas de llegar a ser.
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