No te olvides de vivir (2)
Se me antojó hacer una relectura del texto que abordé en 2012. Viendo la fecha me sorprende que ya hayan pasado doce años. De este texto, a parte del post que se encuentra en este blog, hice un ensayo que además presenté en un simposio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. No he releído los textos que realicé por aquello de que se vea afectada esta segunda lectura.
La razón por la que volví a este texto es que necesitaba alguna luz para que mis días dejaran de estar pasando entre penas y sin sentido. A la par leí "Melancolía en tiempos de incertidumbre", que abordaré en la siguiente entrada. Recomiendo ambos libros.
Conforme fui leyendo, hice algunas anotaciones que me parecían importantes para mi situación. Desde esas anotaciones escribiré lo siguiente.
¿Por qué leo lo que leo? Tengo esta especie de certidumbre no probada de que hay textos que poseen las claves del mundo. Los leo, colecciono citas en mis cuadernos de notas y luego las olvido. Este olvido me causa una sensación de extravío, de no poder llegar. No espero recitarlas de memoria, ese no es el punto, sino vivirlas, vivir conforme a lo que concuerdo con otros. Tengo muchas preguntas, como dicen los grandes pensadores, estamos de camino.
Se necesita mucha fuerza para vivir sin fe. A lo mejor es imposible. Necesitamos creer en un futuro posible y hacer a un lado las constantes pruebas que nos dicen que no hay esperanza. Hacer esto es un ejercicio espiritual: actos del intelecto, la imaginación o la voluntad con los que el individuo se esfuerza en transformar su manera de ver el mundo así como a él mismo. Cada día, cada momento, es una oportunidad para ejercitarse, no se puede bajar la guardia, el pensamiento vuelve fácilmente a sus hábitos, es decir, a la reiteración de viejas conclusiones que se asumieron como la única verdad.
Es crucial centrarnos en el presente; tomar distancia respecto a los acontecimientos; tener esperanza; y decir sí a la vida y al mundo. Esta es la propuesta de Hadot en su octava década de vida.
El espíritu no mira ni hacia adelante ni hacia atrás. Todo sucede ahora. Este ahora es el único tiempo que poseemos, es la brecha en la que se da la existencia, es el espacio en el que se da el encuentro con nuestro destino. La vida no sucede en un hipotético futuro, la vida sucede ahora.
Aquí estoy, mis manos están posadas en el teclado, escucho a la gente trabajar en el local que se encuentra cruzando la calle. ¿Cuándo acabarán?, me pregunto. En seguida me doy cuenta que la pregunta apunta hacia el pasado y hacia el futuro, de nuevo me he alejado del presente. Volver es un esfuerzo sin fin.
¿Qué es centrarse en el presente? Primero necesitamos comprender lo que es el tiempo, darnos cuenta de que el tiempo no transcurre sólo de manera lineal (Cronos), sino que también se da la experiencia del instante (Kairos), es decir, del momento oportuno en el que uno, por así decirlo, fluye con toda la existencia sin comentarla o discutirla. De este modo, uno se alegra de la propia existencia sin pasar por la reflexión, pues (siguiendo a Plotino), la conciencia corresponde a un estado de turbación.
Centrarse en el presente requiere de un enorme esfuerzo de la voluntad, el regalo es la serenidad, pues las preocupaciones vienen de lo que se hizo o lo que se dejó de hacer, así como de la posibilidad de que se falle en el futuro. Si ha de permitirse un pensamiento de otro tiempo que sea de lo agradable para compensar un dolor presente.
El presente en el que hay que centrarse es el instante que no lo inmediato y lo trivial. El instante es una experiencia espiritual en el que nada hace falta. El instante, dice Hadot, es una cierta espesura del tiempo entre las compuertas del pasado (memoria) y del futuro (imaginación). Entre menos pasado o futuro dejemos entrar a nuestro presente, más profundidad experimentaremos.
No vivas otra vida que no es tuya, es el llamado. Ejercítate en vivir solamente la vida que vives.
Hemos aprendido de la sociedad en la que vivimos, que siempre estamos faltos de algo, siempre hay algo (señalado por la publicidad) por qué ir: más logros, más conquistas, más éxitos, más ganancia. Todo ese más vive en el futuro imaginado. Cuando, por cualquier razón, sentimos que no vamos hacia ese futuro, desesperamos y esa desesperación es un "no" a la vida que tenemos ahora. Hadot nos regala estas palabras de Marco Aurelio: "Te ocurra lo que te ocurra, ya estaba preparado de antemano para ti desde toda la eternidad".
Porque pertenecemos al Todo, oponernos siempre nos hará sufrir.
Mirar a la humanidad desde esa totalidad, es situarla en la inmensidad cósmica. Vistas las cosas desde ahí, podemos ver que no dependen de nosotros no la salud, ni la gloria, ni la riqueza ni la muerte. De nosotros sólo depende como asumimos el instante que se nos da.
En la toma de distancia, el ejercicio es tratar de percibir la totalidad y la unidad, y no, como la mayoría de los hombres, solamente los detalles. En la toma de distancia nos liberamos de los laberintos terrestres. Porque, dice Goethe, ¡Porqué debería en el vuelo de la vida torturarte con el límite! ¿Cuál límite? El de las preocupaciones y los intereses materiales.
Toca el turno a la práctica de la esperanza (que no la expectativa). Hadot toma de Goethe la idea de esperanza como Elpís, la apertura fundamental del ser humano que lo hace capaz de afrontar todas las situaciones. La esperanza es una audacia del espíritu que sitúa al individuo en la perspectiva del Todo. La esperanza es la posibilidad del reinicio, del renacimiento. La esperanza es posibilidad. Lo eterno nunca se detiene, participamos de la existencia que siempre esta siendo. Todo lo que existe, desde esta perspectiva, tiene el mismo derecho. Este es el amor cósmico que se expresa como florecimiento, es a este florecimiento al que le decimos, "sí".
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